Romanos en el Contexto de Ciudadanía: ¿Es usted un buen vecino o un mal vecino?
Gracias a Lisa Velazquez por traducir este articulo. Puede escucharla a traves de Teshuva.tv los Domingos a las 6pm en el programa radial: Caminando en Obediencia.
Los nuevos creyentes en Roma tuvieron que entrar en la realidad con el hecho de que ser ciudadanos del Reino de Dios no sólo se trata de nuestros derechos, sino sobre nuestras obligaciones para con Dios y entre nosotros como vecinos. Nuestro “derecho” de ciudadanía a través de nuestra alianza con Dios es en Sus términos a través de Yeshúa (Jesús), pero no tenemos el derecho de ser malos ciudadanos – lo cual refleja deshonrosamente a nuestro Rey y Su Reino. Cuando nos fijamos en el fruto del Espíritu en Gálatas 5:22, vemos una lista de atributos que anhelamos ver en nuestro propios vecinos – amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Ciudadanos malos y malos vecinos son egocéntricos, pero los buenos ciudadanos y buenos vecinos tienen una mentalidad de siervos.
Como he estado escribiendo sobre la ciudadanía del Reino, me he dado cuenta de que podemos mantener muchos aspectos de la letra de la Constitución del Reino de los Cielos (la Ley) y aun así violar los principios de amor en los que se basa. En nuestros países – dejamos a nuestros perros ladrar incesantemente hasta que la ordenanza local de ruido se activa a las 10 pm, lo mismo con nuestra música a todo volumen, podemos celebrar fiestas salvajes que son totalmente legales, podemos chismotear y ser groseros – y ninguno de esas cosas nos pondría en la cárcel; nada de esto es perseguible bajo las leyes de nuestro país. Pero todas estas cosas destruyen la paz, el shalom, de la comunidad.
Esas cosas “legales” que hacemos son las mismas cosas que traen vergüenza a nuestro Rey y a su Reino, al destruir la paz de nuestros vecinos – ¡por quien el Mesías murió! Estos son los obstáculos que colocamos en los caminos de los demás. Los nuevos creyentes romanos no estaban interesados en ser sensibles a las modalidades establecidas de comportamiento aceptable en la comunidad de la sinagoga que se habían unido, estaban obedeciendo la letra de la ley pero no el espíritu y que estaban causando a que judíos que todavía no creían en Yeshúa, que blasfemaran sunombre. ¿Quién querría seguir al Mesías de alguien se burla de las normas básicas de la decencia en la comunidad? ¿Quién querría escuchar mientras estos recién llegados predicaban acerca de un crucificado “criminal” cuando ni siquiera amaban a sus vecinos judíos lo suficiente como para dejar de comer carnes y bebidas que se vendían en el mercado (que muy posiblemente habían sido sacrificados a los ídolos de antemano) – algo que les gritaba la idolatría y la muerte y, lo más importante, un odio profundo y la falta de respeto hacia Dios? De la misma manera, si no estamos dispuestos a renunciar a nuestra propia carne, en nombre de nuestros vecinos hoy que no creen como nosotros, ¿nos escucharán en algún momento?
Las cosas no son exactamente las mismos hoy en día – tenemos diferentes problemas – pero el ser un miembro de una comunidad es una gran responsabilidad, ya sea secular o religiosa. Nosotros representamos a nuestro Rey donde quiera que vayamos y en especial en donde vivimos, y las cosas que causen ya sea honor o vergüenza, para que Él sea exaltado y alabado o blasfemado (calumniado) o hacemos caso omiso. Para honrarlo debemos ser humildes y tener en cuenta a los demás como superiores (más honorables) que nosotros mismos, tenemos que decir que no a nuestros deseos y olvidar lo que tenemos el “derecho” a hacer si le produce otro a tambalearse.
¿Rompemos algún mandamiento con el fin de ser un vecino más aceptable? No, pero a veces nos ponemos restricciones más estrictas sobre nuestro comportamiento para que podamos ser aceptable tanto para Dios y los hombres (Romanos 14:19). De hecho, servimos al Mesías cuando renunciamos a nuestros deseos con el fin de respetar a nuestros vecinos en sus términos siempre y cuando sus términos no requieran un comportamiento injusto de nosotros.
Es mi derecho como estadounidense dejar que mi perro ladre todo el día y decir a mis vecinos a través de mis acciones no tienen ninguna expectativa de un momento de paz en los hogares que ellos pagan o en sus patios, incluso si trabajan de noche y están tratando de dormir. Es mi derecho como estadounidense tocar mi música tan fuerte que tienen que escucharla, incluso dentro de sus propias casas. Es mi derecho como estadounidense hacer un montón de cosas, incluyendo decir casi cualquier cosa que se me viene a la mente – pero una vez que estoy en pacto con YHVH a través de Yeshúa, mis derechos tienen que desaparecer en servidumbre. Mis obligaciones como ciudadano del Reino de los Cielos anulan mis derechos como ciudadano de los Estados Unidos de América. La Constitución de Dios está por encima de la Constitución de Estados Unidos. Tengo que permitir que mis derechos a morir, y tengo que darme cuenta de que mis derechos eran una mentira. Mis derechos como un americano, para complacer mis caprichos legales, no son más que la esclavitud de mi propia carne y deseos. Hablando desde la experiencia, vivir de acuerdo a mis deseos es para someterme a un tirano egoísta y cruel – la antítesis de Gálatas 5:22.
Tuve que aprender a vivir por el bien de los demás – por el bien del testimonio de mi Rey. Los antiguos romanos gentiles se les decían en términos muy claros que para vivir por sus hermanos judíos, así, y dejar de vivir por sí mismos. Todos tenemos que hacer esto, porque ya no nos representamos a nosotros mismos. Pablo dijo a los romanos que no destruyeran a sus hermanos a causa de la carne (Romanos 14:15), y tenemos que estar dispuestos a dejar de hacer lo mismo. Si nuestros derechos nos causan a convertirnos en un hedor a los ojos de nuestros vecinos, y sobre todo si estos derechos no tienen nada que ver con nuestras necesidades reales, entonces es en el servicio del Mesías que eliminemos esos obstáculos. Ya no somos de nosotros mismos y somos el guarda de nuestro hermano – no para controlar cómo se dice el Nombre, o qué calendario se mantiene, o qué congregación se asiste o no se asiste, pero en vez de representar el Reino como sus ciudadanos, y el Rey al que servimos, como digno de honor en sus ojos, porque somos nosotros mismos que estamos dispuestos a extender la dignidad y el respeto hacia los demás. Él debe crecer, y nosotros tenemos que disminuir.
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